En 1973 la cadena británica de televisión BBC estrenó la serie documental El ascenso del hombre (The ascent of man) con la inconfundible presencia del científico y divulgador británico de origen polaco Jacob Bronowski (1908-1974), autor original del guion y conductor de la serie. Una serie en la que las palabras que dan comienzo al primer episodio, pronunciadas con el característico acento de Bronowski, permanecen imborrables en la memoria de todos aquellos que la han visto.
«El hombre es una criatura singular. Tiene toda
una gama de cualidades que lo convierte único entre todos los animales; por lo
tanto, a diferencia de ellos, no es una mera figura del paisaje: es un
modelador del paisaje […]
Y toda la serie de inventos e invenciones,
mediante los cuales época tras época el hombre ha cambiado su medio ambiente,
conforman una clase diferente de evolución -una que no es biológica, sino que
se trata de una evolución cultural-. Llamo a esa brillante secuencia de cumbres
culturales alcanzadas el ascenso del hombre».
Tras la popular acogida cuatro años antes de la mítica Civilisation,
de Sir Kenneth Clarke, la BBC se planteó una continuación de esta última desde
otra perspectiva distinta, en la que la idea del arte como fuerza impulsora de
la cultura y la ciencia fuera la fuerza motriz. Para esta difícil tarea se
buscó a Jacob Bronowski, un divulgador científico muy conocido por sus
apariciones en radio y televisión, como el mejor candidato. Bronowski aceptó y
durante 13 episodios, rodados en más de 30 países distintos, se sumergió en un
fascinante viaje hacia las profundidades del ser humano a través de la ciencia,
el humanismo y el arte. Y nos sumergió con él, como nunca antes se había hecho
en la pequeña pantalla, para contárnoslo en primera persona.
Tal fue el éxito en el Reino Unido que cuando fue emitida su influencia posterior cruzó el océano Atlántico para convertirse en la serie que se reconoce como obra inspiradora de la celebérrima Cosmos: un viaje personal, de Carl Sagan de 1980. Al finalizar la emisión de la serie, algo que también ocurrió con Cosmos, se editó un libro homónimo adaptando el contenido de los episodios de forma prácticamente literal. Un libro que hemos podido disfrutar recientemente traducido al español con un emotivo prólogo del zoólogo Richard Dawkins.
Pero aunque la serie original mantiene su carácter lírico e inspirador lo cierto es que no ha resistido demasiado bien el paso del tiempo y los efectos visuales producen cierto sonrojo acostumbrados como estamos a los diseños digitales de documentales más recientes. No ocurre así con el libro. Un libro que convierte en poesía la historia de la ciencia, el conocimiento y la invención tecnológica, desde los primeros homínidos y sus herramientas hasta la era de la exploración espacial. Con Bronowski viajaremos a la Isla de Pascua y a las cuevas de Altamira, conoceremos la biblioteca de Isaac Newton, pasearemos por la Alhambra de Granada, la Grecia de Euclides y pondremos una vela en la tumba de Ludwig Boltzmann. Quedaremos deslumbrados con los constructores de las catedrales, con artistas del Renacimiento o de la dinastía Shang, con las maravillas del arte antiguo y moderno, con William Blake, Milton y Einstein, el dominio del átomo, la teoría de la relatividad y la complejidad del cerebro humano. Y con mucho más.
El ascenso del hombre es un libro excepcional, uno de esos libros que se deben releer conforme se van sumando dígitos en las velas de las tartas de cumpleaños. Una obra que nos traslada mágicamente en el espacio y el tiempo a los lugares -geográficos e intelectuales- del universo donde la humanidad ha culminado su ascenso. Con sus luces pero también con sus sombras. Como ocurre al final del capítulo once, donde un desgarrado Bronowski desde el campo de concentración de Auschwitz nos sorprende con una advertencia que bien podríamos aplicar al posmodernismo que nos rodea.
«Se dice que la ciencia
deshumanizará a la gente y la transformará en números. Eso es falso,
trágicamente falso. Mire usted mismo. Fíjese en el campo de concentración y en
el crematorio de Auschwitz. Ahí es donde a la gente se la convirtió en números.
En el estanque que allí se encuentra fueron arrojadas una gran parte de las
cenizas de unos cuatro millones de personas. Y eso no lo hizo el gas. Lo hizo
la arrogancia. Lo hizo el dogma. Lo hizo la ignorancia. Cuando la gente cree
firmemente que es poderosa del conocimiento absoluto, sin ponerlo a prueba a
través de la realidad, así se comportan. Esto es lo que hacen los hombre cuando
aspiran a tener un conocimiento propio de los dioses».
Leed a Bronowski. Leed El ascenso del hombre o ved la serie. Y disfrutad de la experiencia. :))
PS.- Hace casi una década os dejé por aquí la serie, que en aquel momento estaba en Youtube y hasta subtitulada en español. Ya no está disponible, lo siento :(
Pero os dejo este homenaje:
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