Cada capítulo es un torbellino de sensaciones. Y de rigor científico, por supuesto, porque no hay que olvidar que la ciencia es una parte troncal, se da respuesta a todo tipo de preguntas sobre los fenómenos atmosféricos, la composición del aire que respiramos y mucho más. Un trabajo de investigación resultado del «interrogatorio» de Antonio M. Ron a los más prestigiosos científicos del clima, pilotos y cazadores de tormentas.
Encasillar a este libro en el género de la divulgación sería injusto. Injusto y falso, porque es mucho más que un libro de divulgación, porque es literatura, es una crónica de viajes, es arte y también poesía.
700 páginas que se devoran como la mejor de las novelas, la mejor de las películas, el mejor concierto rock, la mejor sinfonía, la velada perfecta en la mejor compañía.
Mi experiencia personal al leer sus páginas ha sido única, en toda lógica, y me ha trasladado a decenas, por no decir centenares, de mis mejores lecturas de la historia de la ciencia y de la literatura universal. Por poner unos pocos ejemplos, cuando aparece mencionado Coleridge, inmediatamente venía a mi cabeza sus ideas recogidas en ‘El club de los desayunos filosóficos’, de Laura Snyder; con Priestley, Dalton, Gay-Lussac, Faraday, mi mente se trasladaba a mis remotos estudios de química; ver los nombres de Jules Verne, Alan Poe, Roald Dahl o Kurt Vonnegut, me llevaron a recordar sus obras; la carrera espacial, Bertrand Russell, Carl Wilhem Scheele… Toda mi vida pasaba por delante. Y seguro que cada lector sentirá sus propias sensaciones. El gran viaje de la humanidad por los océanos del aire, es nuestro viaje.
No se lo pierdan, busquen el momento, el lugar, lean esta obra maestra y miren al cielo. Siempre. Ya no será lo mismo.