El bueno de Sagan sí que sabía sujetar el balón ;-P |
A Carl Sagan le encantaba el baloncesto. Lo practicaba desde pequeño y cuando llegó a la universidad de Chicago llegó a ser capitán de su equipo, formado por varios compañeros del campus, con la pretensión de divertirse y competir de forma interna más que de sustituir la ciencia por la recién fundada NBA. Eso es, más o menos, lo que cuenta William Poundstone en su libro biografía de Sagan donde lo define como «reboteador ágil y experto».
Chicago, años 50 |
No hay muchas menciones de su afición por este deporte, y es un dato poco conocido de su vida, pero he encontrado alguna. Su hijo Nick, que actualmente es guionista y novelista, lo contó en 2006 en su blog personal (la traducción es mía) con estas palabras:
«Nos encantaba el baloncesto. Veíamos los partidos de la NBA siempre que era posible, preguntándonos si este sería el año en el que Patrick Ewing llevaría a los Knicks al campeonato. Y siempre la respuesta era no. Me señalaba a los entrenadores y me decía cómo eran como jugadores en los años anteriores a mi nacimiento. Cuando un jugador visitante subía a hacer un tiro libre, los aficionados del equipo local hacían ruido y agitaban toallas para distraerlo, y a papá nunca le gustó eso. Recuerdo haber dicho que eso da a los equipos un incentivo para ganar la ventaja en la cancha local, pero él se opuso por principio, no pensó que fuera deportivo. Hay algo indecente en eso. Y recuerdo que mi madre se enojaba cada vez más porque quería que me fuera a la cama, pero papá y yo estábamos viendo un partido y me prometió que me quedaría hasta el final. Prórroga. Entonces una segunda prórroga. Y luego una tercera prórroga. Tío, qué juego. (Celtics vs Suns, finales de la NBA de 1976.)»
-Memories of my dad, Nick Sagan-
Pero la referencia más conocida sobre el mundo del baloncesto de Carl Sagan la encontramos en el capítulo 22 de su última obra maestra, El mundo y sus demonios. Un delicioso párrafo que me permito compartir con todos vosotros para terminar:
«El béisbol y el fútbol tienen antecedentes aztecas. El fútbol es una nueva representación ligeramente disfrazada de la caza; lo jugábamos antes de ser humanos. El lacrosse es un antiguo juego de los nativos americanos y el hockey está relacionado con él. Pero el baloncesto es nuevo. Llevamos más tiempo haciendo películas que jugando al baloncesto.
Al principio no se les ocurrió hacer un agujero en la canasta para poder recuperar la pelota sin tener que subir una escalera. Pero, en el breve tiempo transcurrido desde entonces, el juego ha evolucionado. En manos de jugadores principalmente afroamericanos, el baloncesto se ha convertido —bien jugado— en la síntesis suprema en el deporte de la inteligencia, precisión, valentía, audacia, anticipación, artificio, juego de equipo, elegancia y gracia.
Muggsy Bogues, con su metro sesenta de altura, se abre paso entre un bosque de gigantes; Michael Jordan vuela hasta el aro desde algún lugar oscuro más allá de la línea de tiros libres; Larry Bird da una precisa asistencia mirando a otro lado; Kareem Abdul Jabbar suelta un gancho por los cielos. No se trata de un juego en el que el contacto sea fundamental como en el fútbol. Es un juego de finura. La presión en toda la pista, los pases largos, las asistencias, el robo de balones en la línea de pase, el palmeo de una mano que aparece volando de la nada constituyen una coordinación de intelecto y atletismo, una armonía de mente y cuerpo. No es sorprendente que el juego se haya hecho popular.
Desde que empezaron a aparecer regularmente en televisión los partidos de la NBA, me di cuenta de que podrían utilizarse para enseñar ciencias y matemáticas. Para apreciar un promedio de tiros libres del 0,926 se debe saber algo sobre la conversión de fracciones en decimales. Una bandeja es la primera ley de movimiento en acción de Newton. Cada tiro representa el lanzamiento de un balón en un arco parabólico, una curva determinada por la misma física gravitacional que especifica el vuelo de un misil de balística, la órbita de la Tierra alrededor del Sol o una nave espacial en su encuentro con algún mundo distante. Cuando salta para hacer un mate, el centro de la masa del cuerpo del jugador está brevemente en órbita alrededor del centro de la Tierra.
Para meter el balón en la canasta se debe elevar exactamente a la velocidad precisa; un uno por ciento de error y la gravedad le hará quedar mal. Los tiros de tres puntos, sean conscientes o no, compensan la resistencia aerodinámica. Cada bote sucesivo de un balón suelto está más cerca del suelo debido a la segunda ley de la termodinámica. Que Daryl Dawkins o Shaquille O'Neal rompan un tablero ofrece la oportunidad de enseñar —entre otras cosas— la propagación de las ondas de choque. Un tiro con efecto contra el cuadro desde debajo del tablero entra en la canasta debido a la conservación del impulso angular. Es una infracción de las normas tocar la canasta en «el cilindro» por encima del aro; hablamos ahora de una idea matemática clave: la generación de objetos n-dimensionales moviendo objetos (n-1)-dimensionales.
En el aula, en los periódicos y la televisión, ¿por qué no usamos los deportes para enseñar ciencia?»
¿Por qué no usamos el baloncesto para enseñar ciencia? Ahí lo dejo.
Más post sobre Carl Sagan, aquí.
Salud y ¡viva el baloncesto! Y Sagan ;)
No había leído esto antes...¡genial!
ResponderEliminarEs absolutamente genial este post. Me acabas de alegrar la mañana al poner dos de los conceptos clave de mi infancia juntos: Sagan y el baloncesto.
ResponderEliminarEncuentro problemas para describir desde el punto de vista de la física el impacto de Donovan Mitchell esta temporada, por cierto...
Muchas gracias :)
EliminarLo de Donovan es increíble. Yo creo que lleva cohetes en las zapatillas ;)
Salud