Ceres/Deméter |
El origen de las estaciones
En la mitología romana Ceres es considerada como la diosa de la agricultura, las cosechas y la fecundidad. Su equivalente en el mundo de los mitos griegos fue Deméter.
Ceres (Deméter) era hija de Saturno (Crono) y Ops (Rea) y hermana de Júpiter (Zeus), Plutón (Hades) y Neptuno (Poseidón). Tenía una hija muy querida y alegre llamada Proserpina (Perséfone) que pasó de una vida feliz junto a su familia a caer en la más absoluta desgracia de forma inesperada. Durante un soleado día en el que Proserpina se encontraba plácidamente paseando y recogiendo flores por el campo, fue raptada de forma violenta e inesperada por Plutón, su cruel tío, con el fin de obligarla a casarse con él y se la llevó contra su voluntad a las oscuras y tenebrosas profundidades del averno.
Ceres se entristeció tanto con la desaparición de su amada hija Proserpina que descuidó la hasta ese momento fértil tierra y todas las plantas se secaron y las cosechas desaparecieron. Su llanto y su protesta llegaron a los oídos de su hermano Júpiter, que tuvo que intervenir con contundencia para obligar a Plutón a que devolviese a Proserpina al mundo exterior y así su madre la volviera a tener a su lado. Plutón aceptó, pero antes, en un último ardid a la desesperada, engañó a Proserpina y la sedujo para que comiera el fruto del Punica granatum (el granado), el alimento de ultratumba y de la fidelidad matrimonial. Al comerlo Proserpina se vio mágicamente obligada a regresar sin remedio cada nuevo año y pasar seis meses junto a su pérfido captor en el oscuro y frío inframundo.
Cuando Proserpina aparecía en el mundo exterior, la tierra sonreía y florecía en todo su esplendor, renacían las plantas, los cereales y las flores. Llegaba la primavera y el verano. Pero la condena de Proserpina la obligaba a que medio año después regresara de nuevo junto a su tío Plutón y el campo se entonces se entristecía y la flora perdía su color. El otoño e invierno hacían su aparición. Y de esa forma surgieron las estaciones...
El menor de los 'enanos', un material muy prometedor y la piedra de los mecheros
El 1 de enero de 1801 el astrónomo y sacerdote Giuseppe Piazzi se encontraba en su modesto observatorio de Palermo cuando descubrió un pequeño objeto que seguía una órbita intermedia entre las de Marte y Júpiter. Era más pequeño que el resto de planetas conocidos en aquella época, y aunque en un principio creyó descubrir un nuevo planeta fue prudente y solo habló de la posibilidad de un nuevo cometa.
Piazzi era de Sicilia y Ceres era una diosa muy unida a la historia de Sicilia debido a su importancia en la producción de cereales en la antigua Roma. Además, según algunos autores de la mitología fue precisamente en Sicilia donde Perséfone fue raptada en las proximidades del volcán Etna, la puerta de entrada al inframundo de Plutón.
De esta manera, Giuseppe Piazzi quiso honrar a su amada región natal, sugiriendo que el nuevo planeta (más tarde se comprobó que no era un planeta como tal) fuese llamado como la diosa romana de la agricultura. En un principio se le denominó Ceres Ferdinandea, aludiendo con el segundo nombre al rey de origen español Fernando I de Borbón-Dos Sicilias, pero al final ganó la diosa a la monarquía y quedó definitivamente nombrado como Ceres.
Ceres, al igual que Plutón, como ya contamos en la anterior entrega de esta serie, es lo que se conoce como un planeta enano, una definición de consenso de la UAI que debe reunir los siguientes requisitos:
Ceres, hasta adquirir el rango de planeta enano con su polémica incluida, era considerado como el mayor asteroide del Sistema Solar. Posee un diámetro de unos 1.000 km y completa una vuelta alrededor del Sol cada cuatro años y medio. Existen indicios de que podría tener una superficie cálida y una atmósfera con vapor de agua. En el máximo de su luminosidad aparente apenas es visible a simple vista desde la Tierra pero con un modesto telescopio o unos buenos prismáticos puede verse sin dificultad. También se ha considerado como candidato para una posible colonización.
De esta manera, Giuseppe Piazzi quiso honrar a su amada región natal, sugiriendo que el nuevo planeta (más tarde se comprobó que no era un planeta como tal) fuese llamado como la diosa romana de la agricultura. En un principio se le denominó Ceres Ferdinandea, aludiendo con el segundo nombre al rey de origen español Fernando I de Borbón-Dos Sicilias, pero al final ganó la diosa a la monarquía y quedó definitivamente nombrado como Ceres.
Ceres, al igual que Plutón, como ya contamos en la anterior entrega de esta serie, es lo que se conoce como un planeta enano, una definición de consenso de la UAI que debe reunir los siguientes requisitos:
- Orbitar alrededor del Sol.
- Tener una masa suficiente para que su propia gravedad haya superado la fuerza de cuerpo rígido, de manera que posea una forma casi esférica.
- Que no sea un satélite de un planeta u otro cuerpo no estelar.
- Que no haya limpiado la vecindad de su órbita, atrayendo o expulsando otros cuerpos celestes en su camino.
Ceres, hasta adquirir el rango de planeta enano con su polémica incluida, era considerado como el mayor asteroide del Sistema Solar. Posee un diámetro de unos 1.000 km y completa una vuelta alrededor del Sol cada cuatro años y medio. Existen indicios de que podría tener una superficie cálida y una atmósfera con vapor de agua. En el máximo de su luminosidad aparente apenas es visible a simple vista desde la Tierra pero con un modesto telescopio o unos buenos prismáticos puede verse sin dificultad. También se ha considerado como candidato para una posible colonización.
El cerio es un elemento químico de número atómico 58 perteneciente a los lantánidos, cuyo descubrimiento conjunto en 1803 se atribuye a los suecos Jöns Jacob Berzelius y Wilhelm Hisinger , y de forma independiente al alemán Martin Klaproth, descubridor del uranio.
Las aplicaciones del cerio, en particular el óxido de cerio, son muy variadas: catalizadores, aditivos para combustibles, cremas solares, pulido de lentes, etc. Pero las perspectivas de este compuesto desde el mundo de la nanociencia son de lo más prometedoras en ámbitos como el medio ambiente o la medicina, debido a su capacidad para almacenar o liberar oxígeno en función de los requerimientos del lugar donde se encuentra. Además, esa capacidad depende del tamaño de las partículas de óxido de cerio, llegando a ser máxima cuando su tamaño se reduce a unos pocos nanómetros de diámetro. Hay estudios en cardiología que han conseguido la reducción del estrés oxidativo del miocardio en ratones con cardiopatía tras la inyección intravenosa de nanopartículas de óxido de cerio.
Las posibilidades en su uso como antioxidante son muy prometedoras. No hay que perderlo de vista.
Como curiosidad final, destacar que el cerio también es utilizado como componente de la piedra de los encendedores o mecheros, lo que comúnmente se conoce como Ferrocerio, una aleación de elementos en diferentes proporciones que tienen la propiedad de generar chispas cuando se frota con una superficie rugosa. La composición más típica incluye aproximadamente un 40% de cerio y el resto de hierro, lantano y otros elementos como neodimio y praseodimio.
Y con esos mecheros, ya puestos, se pueden encender muchas cosas... como una vela, por ejemplo. ;-) [Sí, lo sé, cualquier excusa es buena para hablar de Carl Sagan, ya me conocéis]. Próximamente...
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NOTA FINAL: Esta entrada participa en el XLI Carnaval de Química alojado en el recomendable blog cienciaonline.com.
Una verdadera preciosidad Daniel como las anteriores. Quiero que sepas que a mis alumnos (sobre todo a mis alumnas) les encantan esta entradas tuyas que interacción la Ciencia con la Mitología. Son un "baúl" repleto de conocimientos. Felicidades de nuevo. Melli
ResponderEliminarMuchas gracias, Melli :-)
EliminarSoberbio!!!
ResponderEliminarMe ha fascinado. Todo un pedazo de post.
Muchas gracias, my friend
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