Sin duda el británico Roald Dahl es un escritor principalmente conocido por títulos dirigidos al público infantil como Charlie y la fábrica de chocolate, James y el melocotón gigante, Matilda y un largo etcétera. Menos conocida es su obra para adultos con títulos imprescindibles como Relatos de lo inesperado o Mi tío Ostwald, libro que ya reseñé en su día y que recomiendo encarecidamente. Y aún menos conocida fue su ingeniosa aportación a la neurocirugía cuando participó en el desarrollo de la válvula Wade-Dahl-Till tras el terrible accidente de su hijo Theo. En 1960, el pequeño Theo de apenas cuatro meses fue atropellado en su carrito por un taxi y sufrió graves lesiones que le provocaron hidrocefalia. Necesitó la colocación de una válvula y ante los problemas que surgieron con la misma, Dahl buscó ayuda y consiguió pasar a la historia de la medicina por su contribución (Podemos leer la historia completa en este artículo de JoF).
Pero hoy quiero traer al blog una terrible historia de la vida de Dahl que he descubierto recientemente. Dos años después del accidente de Theo, en noviembre de 1962, la tragedia volvería a la vida de la familia Dahl. Su hija Olivia, con apenas siete años de edad, falleció por las complicaciones de un sarampión. Un Roald Dahl, que según sus biógrafos nunca pudo superar la pérdida de su hija, publicó este desgarrador texto en 1986. Unas palabras que todos deberíamos leer y que me permito reproducir a continuación (la traducción está sacada de aquí y la fuente original es esta):
«SARAMPIÓN: Una enfermedad peligrosa, por Roald Dahl
Olivia, mi hija mayor, cogió el sarampión cuando tenia 7 años. En tanto la enfermedad seguía su curso habitual recuerdo leerle a menudo mientras estaba en cama y no sentirme particularmente alarmado. Una mañana, mientras se encontraba bien camino de recuperarse, estaba sentado en su cama mostrándole cómo crear animalitos con escobillas limpiadoras de colores, y cuando le tocaba el turno a ella de hacer uno, me di cuenta de que sus dedos y su mente no estaban coordinados y que no podía hacer nada.“¿Te encuentras bien?” Le pregunté“Tengo sueño”, me contestó
Una hora después estaba inconsciente. Doce horas más tarde estaba muerta.El sarampión se había convertido en una terrible cosa llamada encefalitis por sarampión y no había nada que los médicos pudieran hacer por salvarla.Eso fue hace 24 años, en 1962, pero incluso ahora, si un niño con sarampión desarrolla la misma reacción mortal que Olivia, sigue sin haber nada que los médicos puedan hacer para ayudarle.Por otra parte, hay algo que los padres pueden hacer para asegurarse que este tipo de tragedia no les ocurre a sus hijos. Pueden insistir en que sus hijos sean inmunizados contra el sarampión. Yo no pude hacerlo por Olivia en 1962 porque en aquella época no se había descubierto aun una vacuna efectiva contra el sarampión. Hoy existe al alcance de todas las familias una vacuna segura y eficaz y lo único que tienes que hacer es pedirle a tu médico que la administre.Todavía no está generalmente aceptado que el sarampión pueda ser una enfermedad peligrosa.Creedme, lo es. En mi opinión, los padres que ahora rechazan que sus hijos sean inmunizados están poniendo sus vidas en peligro.En Estados Unidos, donde la vacunación contra el sarampión es obligatoria, tanto el sarampión como la viruela han sido virtualmente erradicados.Aquí en Gran Bretaña, donde muchos padres rechazan, bien por obstinación, ignorancia o miedo, que sus hijos sean inmunizados, todavía padecemos 100.000 casos de sarampión cada año.De entre ellos, mas de 10.000 sufrirán efectos secundarios de un tipo u otro.Al menos 10.000 desarrollarán infecciones de oído o de pecho.Alrededor de 20 morirán.ACABEMOS CON ESO.Cerca de 20 niños morirán de sarampión cada año en Gran Bretaña.¿Y qué riesgos corren tus hijos al ser vacunados?Son casi inexistentes. Atiende. En un distrito de aproximadamente 300.000 personas, ¡solo habrá cada 250 años un niño que desarrolle efectos secundarios graves por vacunarse! La probabilidad es de uno entre un millón. Se puede pensar que hay más probabilidad de que tu hijo se atragante hasta morir con una barra de chocolate que de resultar gravemente enfermo por ser vacunado contra el sarampión.¿De qué narices te preocupas?Es casi un crimen permitir que tus hijos no estén vacunados.El momento ideal es alrededor de los 13 meses de edad, pero nunca es tarde. Todos los niños en edad escolar que todavía no han sido vacunados deberían pedirle a sus padres hacerlo lo antes posible.A propósito, dediqué dos de mis libros a Olivia, el primero fue “James y el melocotón gigante”. Eso fue cuando todavía estaba viva. El segundo fue “El Gran Gigante Bonachón -The BFG”, dedicado a su memoria después de morir de sarampión. Verás su nombre al principio de cada uno de esos libros. Y se lo feliz que se sentiría si pudiera saber que su muerte ha ahorrado una buena cantidad de enfermedad y muerte entre otros niños.»
Tomemos nota. ACABEMOS CON ESO (LET THAT SINK IN), como afirma Dahl en mayúsculas. Personalmente en esta nueva época de oscurantismo que estamos volviendo a vivir (como dice Salvador Macip en este artículo) sigo viendo con estupor y asombro como el movimiento antivacunas tiene cada vez más adeptos. Me parece asombroso que se le dé crédito y me entristece. Solo se me ocurre una frase para terminar: Nescencia necat.
¡Salud!
Más información:
Roald Dahl's secret notebook reveals heartbreak over daughter's death