Con esta cita de la película de ciencia ficción Colossus: The Forbin Proyect (Joseph Sargent, 1969) comienza el libro Frankenstein. El mito de la vida artificial publicado en el año 2000 y cuyos autores son Tomás Fernández Valentí y Antonio José Navarro. Este extenso ensayo nos plantea un profundo y evocador viaje desde los orígenes del mito de Frankenstein, la inmortal obra de Mary Shelley, hasta las más recientes adaptaciones en el mundo del cine, el cómic o la televisión.
Nuer Ediciones «Todos los científicos del mundo, antes de ponerse a trabajar, deberían leer Frankenstein»
Confieso que este libro me sorprendió muy gratamente cuando lo leí hace algunos meses, en particular su segundo capítulo, el titulado Ciencia vs mito: Fuentes de inspiración de Frankenstein o el moderno Prometeo, en donde nos encontramos con una exhaustiva descripción y análisis de las fuentes de inspiración que condujeron a una jovencísima Mary Shelley a idear a uno de los más interesantes personajes de la literatura universal. Lejos de una irreal y puntual inspiración onírica o fruto de algún delirio psicoactivo, Mary Shelley venía cargada con un equipaje de índole científica y literaria de lo más completo y variado para su época. Desde pequeña tuvo acceso a la biblioteca de su padre, William Godwin. Tuvo al alcance de su mano una inmensa colección de títulos en donde destacaban obras como On the Chemical Effects of Electricy (1806) o Elements of Chemical Philosophy (1812) de Humphrey Davy, Zoonomia or the Laws of Organic Life (1794) de Erasmus Darwin -el abuelo de Charles Darwin-, y otros tantos libros de autores como Paracelso, Alberto Magno, Ramón Llull... Una extensa selección de textos que también incluía la temática ocultista, a la que Godwin era muy aficionado.
Pero fue en la mítica Villa Diodati, origen físico del personaje de Frankenstein y su criatura, en una tormentosa noche de verano, donde las conversacióones entre Mary, su marido el poeta Percy Shelley, Lord Byron y John Polidori revolotearon acerca de las investigaciones y descubrimientos de Benjamin Franklin sobre la electricidad. Recordemos que unos años antes Franklin fue bautizado por Inmanuel Kant como «un nuevo Prometeo que había robado el fuego al cielo». Esa misma noche llegó el conocido e histórico desafío de Byron a sus invitados.
Humphrey Davy, Erasmus Darwin, Benjamin Franklin, Luigi Galvani, Alessandro Volta..., todo un cóctel que unido a las lecturas por parte de Mary Shelley de tesis muy populares en su época como las del doctor alemán Frank von Frankenau (¿nos recuerda a alguien este nombre?) sobre la creación y cultivo de tejidos biológicos o los seres mecánicos ideados por Pierre Jacquet-Droz en 1789, y salpicado convenientemente -como todos sabemos- con la lírica influencia de Paradise Lost (1667) de John Milton, condujo al nacimiento de un mito universal en aquella noche de 1816.
Lo he dicho en múltiples foros: Frankenstein, el libro de Mary Shelley, es una obra maestra. Si crees que por haber visto las películas conoces al personaje o te haces una idea del mismo, estás totalmente equivocado. Una vez más, mi recomendación es ir a la obra original. No terminarás decepcionado. De hecho, es muy probable que acabes profundamente turbado, incluso, hasta diría yo, identificado...
Como dijo una vez el escritor de ciencia ficción Poul Anderson: «Todos somos Frankenstein: todos somos su monstruo».
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