Hoy os propongo un pequeño juego. Leamos este breve extracto de un texto, y reflexionemos durante unos instantes sobre la época en qué pudo ser redactado, y por quién... (las negritas son mías):
"Es un principio constante, cuya generalidad está bien verificada tanto en las matemáticas como en los demás saberes, que para instruirnos debemos pasar siempre de lo conocido a lo desconocido. Durante la primera infancia nuestras ideas proceden de nuestras necesidades, la sensación de éstas origina la idea de los objetos apropiados para satisfacerlos, y por una serie de sensaciones, observaciones y análisis, se genera de forma insensible una sucesión de ideas ligadas entre sí, donde un observador atento puede, hasta cierto punto, encontrar el hilo y encadenamiento que constituyen el conjunto de nuestro saber.
Cuando nos disponemos por primera vez a realizar el estudio de una ciencia, nos encontramos con relación a ella en un estado muy similar a aquél en que se hayan los niños, y el camino que debemos seguir es precisamente el que sigue la naturaleza en la formación de sus ideas. Así como en el niño la idea es un efecto de la sensación, y es ésta quien produce la idea, de la misma forma así para aquel que se dispone a iniciar el estudio de las ciencias físicas, las ideas no deben ser más que una consecuencia, el resultado inmediato de una experiencia o una observación.
Séame permitido decir que la situación del que entra en la carrera de las ciencias es menos ventajosa que la del niño que adquiere sus primeras ideas; si éste se engaña respecto a los efectos saludables o nocivos de los objetos que le rodean, la naturaleza le suministra multiplicados medios para rectificar. Cualquier juicio que forme se ve a cada instante corregido por la experiencia. La privación o el dolor suceden a un juicio falso; la alegría y el placer a un juicio adecuado. No se tarda con tales maestros en llegar a ser consecuentes, y pronto se razona de forma justa cuando no puede hacerse de otro modo bajo pena de privación o sufrimiento.
No ocurre igual en el estudio y práctica de las ciencias: los juicios falsos que formamos no involucran a nuestra existencia y bienestar. Por el contrario, la imaginación que siempre tiende a llevarnos más allá de los límites de la verdad, el amor propio y la confianza que nos inspira en nosotros mismos, nos inducen a sacar consecuencias que no se derivan inmediatamente de los hechos; de suerte que parecemos estar, de algún modo, interesados en seducirnos. No es extraño, pues, que en las ciencias físicas, en general, se haya comúnmente realizado cojenturas en lugar de conclusiones, que estas conjeturas al transmitirse de época en época hayan llegado a ser cada vez más dominantes por el peso de la autoridad que adquirieron y que, en fin, hayan sido adoptadas y consideradas como verdades fundamentales incluso por los hombres de gran inteligencia.
Para evitar estos desvaríos el único medio consiste en suspender, o, al menos, simplificar todo lo posible el razonamiento que, por proceder de nosotros, solamente él puede engañarnos; en someterlo continuamente a la prueba de la experiencia; en no conservar más que los hechos que son datos de la naturaleza y no pueden equivocarnos, en no buscar la verdad más que en el encadenamiento natural de las experiencias y observaciones, al igual que los matemáticos llegan a la solución de un problema por la simple ordenación de los datos, reduciendo el razonamiento a operaciones tan sencilla, a juicios tan breves, que nunca pierden de vista la evidencia que les sirve de guía.
Convencido de estas verdades, me he impuesto la ley de no pasar nunca más que de lo conocido a lo desconocido, de no deducir ninguna consecuencia que no se derive inmediatamente de las experiencias y observaciones, y de encadenar los hechos y verdades químicas en el orden más apropiado que facilite la comprensión a los principiantes (...)"Interesante, ¿verdad? Es obvio que la idea -y la crítica- que plantea sobre la concepción de la ciencia tiene algún tiempo, bien, digamos que tiene poco más de doscientos años (primera pista). Esta entrada participa en la XIV edición del Carnaval de Química (segunda pista), que se desarrolla durante este mes en Educación química, uno de los blogs de Bernardo Herradón, gran divulgador de la química en nuestro país.
Tenéis los comentarios abiertos, como siempre, para plantear vuestras elucubraciones sobre el texto y comentar qué os ha parecido. No hace falta que perdáis la cabeza (tercera pista), ya sabéis: Google es tu amigo. ;-)
Yo diría que tiene 223 años, exactamente ;-)
ResponderEliminar:-) Y nadie lo diría ;-)
Eliminar¡Que le corten la cabeza! Y por si esta afrenta fuese poca que su mujer se case con un inglés ennoblecido en Alemania pero nacido en las colonias de ultramar.
ResponderEliminar:-D Pero siempre conservó el apellido de su primer marido ;-)
EliminarSaludos, César. Bienvenido.
El texto tiene una fuerte esencia filosofica.
ResponderEliminarAcabo de ir a por mis apuntes de filosofía -no es coña- y me acabo de dar cuenta que se los he dejado a un compañero XD (FAIL) así que nada, a tirar de memoria.
A decir por lo que sé y me acuerdo, diría que es un autor empirista, deja a parte la razón/mente la cual nos puede engañar y se deja llevar por los sentidos.
Voy a decir que el texto tiene 225 años (a voleo) y que el autor es Newton (somos 'científicos' la mayoría y tenemos una predilección hacía él) o Hume.
Saludos Dani.
Fantástica respuesta, Ricardo. No es correcta, pero podría ser. Hume es uno de mis filósofos de cabecera: http://www.esepuntoazulpalido.com/2011/01/la-maxima-de-hume.html
EliminarMira las pistas. Reconozco que yo (sin pistas) nunca lo hubiera acertado. DE hecho aluciné cuando leí este extracto en el libro de JM Sánchez Ron, El canon científico.
Saludos!
El caso es que me suena muchísimo el texto, de haberlo visto citado en algún sitio... y no es en el libro de JM Sánchez Ron, porque no he leído nada de él (prometo corregir este error en cuanto pueda :D).
ResponderEliminarVoy a exprimir un poco más las neuronas antes de decir nada...
Saludos
Si has leído el original, lo recordarías. Y el fragmento solo lo he visto en los libros de Sánchez Ron ;-)
Eliminarsaludos!
Lo sé, lo sé, lo sé, lo sé!!!!!!!!
ResponderEliminarjejejeje (espero no tener que tragarme esto)
Bendita dote la que recibió al casarse con su cónyuge! ;-)
y respondiendo a César... el país vecino necesitará 1 siglo para que aparezca otra comparable! ;-)
Saludos (me encanta)
Creo que tras más de dos siglos no ha habido otro igual ;-)
EliminarSaludos!
Ya lo dijo Lagrange.
EliminarDani, excelente texto que nos debe hacer reflexionar. Me lo apunto para alguna de mis charlas a estudiantes de secundaria.
¿Se nota en el texto su formación (aprendizaje) como abogado?
Realmente escribía muy bien. Habría que haberlo conocido en su faceta de recaudador de impuestos :P
EliminarSaludos!
Con esas pistas es imposible fallar. Se trata de Antonio Lavoisier: http://es.wikipedia.org/wiki/Antoine_Lavoisier
ResponderEliminarPor cierto, creo que no estaría nada mal que los criterios de este método -la lógica aplicada a la experiencia empírica- no sólo los aplicáramos a las matemáticas y las ciencias en general, sino también a la filosofía, y la ética en particular. Seguramente de este modo evitaríamos tremendos errores de consecuencias desastrosas.
Un saludo.
Cierto, Luis. Se trata del prefacio de su libro: Tratado elemental de química.
EliminarSaludos