James B. Garner | Wikimedia |
James Bert Garner fue un ingeniero químico estadounidense, al que se le atribuye la creación de uno de los artilugios más útiles como medio de protección personal frente a gases y vapores tóxicos: la máscara antigás.
En 1915, en plena primera guerra mundial, James Garner, que en aquel entonces era profesor becario del Mellon Institute of Industrial Research en Pittsburg (Pensilvania), leyó un artículo en la prensa en el que se narraba un ataque con gas venenoso contra las tropas canadienses y francesas en los alrededores de la ciudad belga de Ypres. El ataque del ejército alemán, que ocurrió concretamente el día 22 de abril de 1915, fue uno de los primeros en los que se utilizaron armas químicas letales de forma masiva. Los alemanes emplearon en la contienda una cantidad estimada de unas 160 toneladas de cloro (gas) repartidas en casi 6.000 cilindros contenedores. A media tarde y con una ligera brisa procedente del este que les favorecía, las tropas alemanas liberaron el gas letal de los cilindros. Unos cilindros llenos de gas de cloro, que habían sido sintetizados y preparados en las instalaciones de la industria química de colorantes IG Farben, bajo la supervisión y diseño del premio Nobel de Química Fritz Haber.
Ataque mediante gas liberado de sus cilindros contenedores (Primera Guerra Mundial) | Wikimedia |
Una asfixiante nube verde más pesada que el aire se extendió hacia las posiciones de las tropas aliadas, las cuales se vieron obligadas a abandonar sus trincheras debido a los efectos irritantes producidos por la reacción del cloro con el agua de las mucosas del sistema respiratorio. En altas dosis llegó incluso a producir la muerte por edema pulmonar a varios soldados aliados.
Durante el ataque, un oficial canadiense que era químico en su vida civil, se percató rápidamente de que el gas con el que estaban siendo masacrados era cloro (debido al color verde de la nube y a su olor característico) e inmediatamente instó a las tropas aliadas a que humedecieran un trapo con orina y se taparan la zona buconasal (hubiera bastado con un trapo con agua, pero el oficial pensó que el amonio de la orina neutralizaría el cloro).
Recorte de prensa de la época | Wikimedia |
Desde el otro lado del océano Atlántico, James Garner leyó la crónica de la batalla de Ypres, y aunque el artículo periodístico no especificaba que el ataque había sido realizado con cloro gas, él lo intuyó e inmediatamente se puso manos a obra e ideó un sistema de protección respiratorio moderno, perfeccionando prototipos más antiguos e ineficaces. Garner recordó una serie de experimentos que había realizado mientras trabajaba en la universidad de Chicago y que estaban relacionados con la capacidad del carbón activado para adsorber ciertos gases. Garner probó con éxito su prototipo de máscara antigás con dos de sus colaboradores (ver imagen) a los cuales recluyó en una cámara cerrada en la que liberó gases tóxicos. Garner desarrolló el filtro de carbón activado como elemento de retención de agentes químicos tóxicos volátiles.
Hay cierta controversia sobre si realmente atribuir la invención de la máscara antigás moderna a James Garner o bien al británico Edward Harrison, o incluso previamente al ejército alemán, el cual la hubiera desarrollado bajo los auspicios del laureado y oscuro Fritz Haber.
Las máscaras antigás comenzaron a fabricarse en serie en las factorías de Gran Bretaña y Estados Unidos, y su uso se hizo extensivo incluso a la población civil.
Le masque à gaz | Fuente |
Después del cloro llegaron otros agentes más tóxicos como el fosgeno y el gas mostaza, y desde entonces la maquinaria cruel e implacable de la industria de la guerra ha creado armas químicas cada vez más destructivas e infames. Pero el diseño de James Garner, aun ideado para una protección en caso de conflicto bélico, fue el comienzo de una era en la protección personal respiratoria de los trabajadores en los ambientes nocivos o tóxicos (gases y vapores) de la industria en general.
De las trincheras...
Imagen | La Aldea Irreductible |
a las fábricas...
Referencias:
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NOTA: Esta entrada participa en la VI Edición del Carnaval de la Química que alberga en esta ocasión el recomendable blog Divagaciones de una investigadora en apuros.
La verdad que muy pocos fueron los logros militares conseguidos con el uso de gases tóxicos en la WWI. Fueron miles los afectados por el empleo de estas sustancias como armas.
ResponderEliminarLo que pone de manifiesto este artículo es que el ingenio puede ser problema y solución, la paradoja del ser humano.
Muchas gracias por comentar, Paloma. Pues sí, en esta pequeña historia subyace también la paradoja de los avances de la ciencia en tiempos de guerra. Un avance que se produce no por la guerra en sí, sino porque se destinan más recursos humanos y técnicos (más dinero, en definitiva) cuando hay un conflicto bélico.
ResponderEliminarSaludos
Genial entrada, Dani. IG Farben me suena que además estuvo vinculada de alguna manera al Holocausto, pero hablo de memoria, luego lo miro y lo confirmo.
ResponderEliminarSaludos
Gracias Fisilosofo.
ResponderEliminarY vaya que si lo estaba: http://es.wikipedia.org/wiki/Zyklon_B :(
Saludos!
Con el carbono activado tengo un idilio jejeje. Estoy trabajando con unos aerogeles hidrófobos que les ganan en todo!. Veremos que pasa. Gran artículo y como siempre, la Ciencia al servicio de la Paz.
ResponderEliminarSaludos!.
Hola Gabriel, gracias por pasar. Nos tienes que contar más sobre esos aerosoles. Y sí, la ciencia debe estar al servicio de la paz, siempre.
ResponderEliminarSaludos
Brillante entrada que me ha tenido intrigado desde el principio hasta el final...y el reportaje fotográfico que la apoya no podía ser más acertado. Estos post, tan característicos de EPAP, son los que justifican mi enganche a este Blog.
ResponderEliminarEnhorabuena!!!