El protector de la Atlántida
Poseidón (Neptuno en la mitología romana) fue el dios del mar y los terremotos. Su imagen se asociaba principalmente a los defines, aunque también pueden encontarse referencias vinculado con caballos y toros.
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Mapa de A. Kircher mostrando una supuesta ubicación de la Atlántida (1669) |
Entre su múltiples facetas, el dios del mar fue el heredero (le tocó en el reparto del mundo, al igual que a veces a nosotros nos toca la última porción de una tarta helada) y protector de la mítica y misteriosa isla de la Atlántida.
La Atlántida, tal y como nos contó Platón en sus diálogos Timeo y Critias, era una inmensa ínsula que se encontraba situada más allá de las Columnas de Heracles (Hércules) en el océano Atlántico, muy cerca de la España actual, ya que las columnas de Hércules se asociaban con el estrecho de Gibraltar.
Tanta era la implicación de Poseidón (Neptuno) en esta extraordinaria isla, que de hecho, de su unión carnal con la mortal Clito nacieron los primeros gobernantes de la Atlántida. El primer mandatario en dirigir los destinos de la misma fue Atlas o Atlante (no confundir con el titán homónimo), y durante muchas generaciones la prosperidad y la paz reinaron en la isla. Uno de los recursos naturales de la Atlántida más preciados era la presencia abundante de oricaldo, un valioso metal que se empleaba en el culto a Poseidón (Neptuno) y que era más valorado que el propio oro.
Tanta euforia de riquezas y bonanza económica sin límites llevó a los ciudadanos de la Atlántida a la locura, la soberbia y la decadecia moral: dejaron el culto a su dios y se dedicaron de forma febril a la conquista de otros reinos para expandir su imperialismo y ejercer su ansia de poder y dominación. Conquistaron todo el norte de África y media Europa, llegando incluso a desafiar al poderoso pueblo ateniense, aunque en este caso fracasaron.
Los malhumorados dioses del Olimpo, como castigo a tales afrentas pincharon su burbuja económica como solo ellos sabían hacerlo. A lo grande. Un terremoto sin igual sacudió la tierra de la Atlántida, y tras un colosal maremoto, la isla quedó profundamente sumergida en las aguas del océano Atlántico a la espera de una resurrección... que por cierto, nunca tendría lugar. [Salvo en las filas del maguferío | Off topic]
El último planeta y un elemento químico sintético
Tras el descubrimiento del planeta Urano, los astrónomos John C. Adams y Urbain Leverrier, calcularon simultáneamente y sin conocerse entre sí, dónde debía encontrarse un -en aquel entonces hipotético- planeta que hiciera posible con su influencia la coherencia con las leyes de Kepler y Newton del conjunto planetario conocido en su día. La versión oficial dice que ambos astrónomos llegaron a la misma conclusión por separado, aunque hay cierta polémica que todavía sigue vigente y que parece confirmar que el mérito es atribuible en mayor medida a Leverrier. En 1846, Johann Gottfried Galle, un astrónomo berlinés escudriñó con su telescopio el punto indicado por Leverrier y descubrió el octavo planeta: Neptuno.
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Imagen de Neptuno captada por la Voyager 2 | NASA |
La razón de elegir el nombre de Neptuno para el nuevo planeta fue poco prosaica. Simplemente se optó por Neptuno porque era un dios muy importante en la mitología romana (todos los planetas, excepto Plutón, tienen nombre romano) y carecía de un planeta con su nombre.
Sólo un mes después del descubrimiento de Neptuno, el británico, William Lassell, observó que este planeta tenía un satélite de considerable tamaño. Que mejor nombre que el de uno de los hijos de Neptuno, el mensajero de las profundidades marinas, Tritón.
Y en 1950 llegó el segundo satélite. Gerald Kuiper descubrió un segundo satélite de Neptuno, más pequeño que su hermano mayor, y que recibió el nombre de Nereida, una de las cincuenta ninfas de mar que cuidaban de Poseidón en sus viajes por los mares y océanos. Más recientemente, en 1989, la sonda Voyager 2 nos descubrió otros satélites de Neptuno y que se han identificado también con nombres de personajes mitológicos como Náyade, Talasa, Despina, Galatea, Larisa, Proteo,...
Como todos sabemos los elementos químicos se clasifican,organizan y distribuyen en la consabida tabla periódica. Hasta 1940, los elementos conocidos tenían números atómicos que iban desde el 1 (hidrógeno) hasta el 92 (uranio).
Y fue en ese año, cuando en las instalaciones del ciclotrón de Berckeley (UCLA), los científicos Edwin McMillan y Philip Abelson, bombardeando uranio con neutrones obtuvieron dos nuevos elementos químicos que vendrían a ocupar los puestos 93 y 94 de la tabla periódica.
Estos dos nuevos elementos estaban situados detrás del uranio en la clasificación de la tabla periódica. Establecer la analogía fue fácil: ¿Qué planetas están detrás de Urano?... pues Neptuno y Plutón (recordad que en su momento Plutón fue un planeta ;-))
Y de esta manera, desde la majestuosidad de los planetas del sistema solar hacia el mundo de lo más pequeño, los nuevos elementos químicos recibieron el nombre de neptunio y plutonio.
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NOTA: Esta entrada participa en la V edición del Carnaval de Química (Scientia) y en la XX edición del Carnaval de Física (Resistencia numantina)
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Referencias:
Mitología. Todos los mitos y leyendas del mundo. Ed. Círculo de lectores. ISBN:84-672-1262-4.
http://danielmarin.blogspot.com/2005/03/le-verrier-el-descubridor-de-neptuno.html