miércoles, 22 de junio de 2011

La Ley de Sturgeon

A mediados de los años cincuenta, el escritor Theodore Sturgeon, participaba en una mesa redonda sobre ciencia ficción y ocurrió lo que el propio Sturgeon contó años después en una entrevista:

"Había un tipo en la mesa, no recuerdo quién, que estaba por allí recogiendo libros; se los llevó a su cuarto y pasó la noche entera leyéndolos. A la mañana siguiente la mesa se reunió y él vino con todos esos libros llenos de tiras de papel asomando entre las páginas. Bien, durante media hora se dedicó a leer los pasajes marcados. ¡Eran los fragmentos más espantosos que jamás había oído! ¡Horrible!¡Simplemente horrible! La gente se revolcaba por el suelo. Cuando acabó se volvió hacia mí y me dijo: -Señor Sturgeon, el noventa por ciento de toda la ciencia ficción es basura. Yo me limité a mirarle y le contesté: -Bien, el noventa por ciento de todo es basura.
Poco sospechaba que llegaría a ser una Ley".

Ley o Revelación, lo cierto es que el aforismo final de Sturgeon se queda corto. 


Dos tazas.

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Fuente: Ciencia ficción. Guía de lectura. Miquel Barceló

Unos cuantos personajes inquietos [Per aspera ad astra]

Tendréis que ver este vídeo de 2 minutos de duración, de la mano del siempre inspirador Carl Sagan, para descubrir quienes son esos personajes inquietos que dan título a esta entrada... 

[Como siempre, aconsejo pantalla grande, altavoces conectados y ambiente relajado]



NOTA: Per aspera ad astra es una frase latina que significa «Por el sendero áspero a las estrellas» (A través del esfuerzo el triunfo).

sábado, 18 de junio de 2011

... looking at the stars

"We are all in the gutter, but some of us are looking at the stars"
                                              --Oscar Wilde--

El diccionario del diablo define: Prudente

Prudente: hombre  que cree el 10% de lo que oye, una cuarta parte de lo que lee y la mitad de lo que ve.


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Fuente: "El Diccionario del diablo". Ambrose Bierce. Ed Galaxia Gutemberg. ISBN: 84-8109-359-9
Imagen: A Clockwork Orange | 1971

martes, 14 de junio de 2011

La influencia de la mitología en la ciencia (8ª Parte): Neptuno

El protector de la Atlántida
Poseidón (Neptuno en la mitología romana) fue el dios del mar y los terremotos. Su imagen se asociaba principalmente a los defines, aunque también pueden encontarse referencias vinculado con caballos y toros.

Mapa de A. Kircher mostrando una supuesta ubicación de la Atlántida (1669)
Entre su múltiples facetas, el dios del mar fue el heredero (le tocó en el reparto del mundo, al igual que a veces a nosotros nos toca la última porción de una tarta helada) y protector de la mítica y misteriosa isla de la Atlántida

La Atlántida, tal y como nos contó Platón en sus diálogos Timeo y Critias, era una inmensa ínsula que se encontraba situada más allá de las Columnas de Heracles (Hércules) en el océano Atlántico, muy cerca de la España actual, ya que las columnas de Hércules se asociaban con el estrecho de Gibraltar.

Tanta era la implicación de Poseidón (Neptuno) en esta extraordinaria isla, que de hecho, de su unión carnal con la mortal Clito nacieron los primeros gobernantes de la Atlántida. El primer mandatario en dirigir los destinos de la misma fue Atlas o Atlante (no confundir con el titán homónimo), y durante muchas generaciones la prosperidad y la paz reinaron en la isla. Uno de los recursos naturales de la Atlántida más preciados era la presencia abundante de oricaldo, un valioso metal que se empleaba en el culto a Poseidón (Neptuno) y que era más valorado que el propio oro. 

Tanta euforia de riquezas y bonanza económica sin límites llevó a los ciudadanos de la Atlántida a la locura, la soberbia y la decadecia moral: dejaron el culto a su dios y se dedicaron de forma febril a la conquista de otros reinos para expandir su imperialismo y ejercer su ansia de poder y dominación. Conquistaron todo el norte de África y media Europa, llegando incluso a desafiar al poderoso pueblo ateniense, aunque en este caso fracasaron.


Los malhumorados dioses del Olimpo, como castigo a tales afrentas pincharon su burbuja económica como solo ellos sabían hacerlo. A lo grande. Un terremoto sin igual sacudió la tierra de la Atlántida, y tras un colosal maremoto, la isla quedó profundamente sumergida en las aguas del océano Atlántico a la espera de una resurrección... que por cierto, nunca tendría lugar. [Salvo en las filas del maguferío | Off topic]

El último planeta y un elemento químico sintético
Tras el descubrimiento del planeta Urano, los astrónomos John C. Adams y Urbain Leverrier, calcularon simultáneamente y sin conocerse entre sí, dónde debía encontrarse un -en aquel entonces hipotético- planeta que hiciera posible con su influencia la coherencia con las leyes de Kepler y Newton del conjunto planetario conocido en su día. La versión oficial dice que ambos astrónomos llegaron a la misma conclusión por separado, aunque hay cierta polémica que todavía sigue vigente y que parece confirmar que el mérito es atribuible en mayor medida a Leverrier. En 1846, Johann Gottfried Galle, un astrónomo berlinés escudriñó con su telescopio el punto indicado por Leverrier y descubrió el octavo planeta: Neptuno
Imagen de Neptuno captada por la Voyager 2 | NASA
La razón de elegir el nombre de Neptuno para el nuevo planeta fue poco prosaica. Simplemente se optó por Neptuno porque era un dios muy importante en la mitología romana (todos los planetas, excepto Plutón, tienen nombre romano) y carecía de un planeta con su nombre.

Sólo un mes después del descubrimiento de Neptuno, el británico, William Lassell, observó que este planeta tenía un satélite de considerable tamaño. Que mejor nombre que el de uno de los hijos de Neptuno, el mensajero de las profundidades marinas, Tritón.

Y en 1950 llegó el segundo satélite. Gerald Kuiper descubrió un segundo satélite de Neptuno, más pequeño que su hermano mayor, y que recibió el nombre de Nereida, una de las cincuenta ninfas de mar que cuidaban de Poseidón en sus viajes por los mares y océanos. Más recientemente,
en 1989, la sonda Voyager 2 nos descubrió otros satélites de Neptuno y que se han identificado también con nombres de personajes mitológicos como Náyade, Talasa, Despina, Galatea, Larisa, Proteo,...

Como todos sabemos los elementos químicos se clasifican,organizan y distribuyen en la consabida tabla periódica. Hasta 1940, los elementos conocidos tenían números atómicos que iban desde el 1 (hidrógeno) hasta el 92 (uranio).

Y fue en ese año, cuando en las instalaciones del ciclotrón de Berckeley (UCLA), los científicos Edwin McMillan y Philip Abelson, bombardeando uranio con neutrones obtuvieron dos nuevos elementos químicos que vendrían a ocupar los puestos 93 y 94 de la tabla periódica.

Estos dos nuevos elementos estaban situados detrás del uranio en la clasificación de la tabla periódica. Establecer la analogía fue fácil: ¿Qué planetas están detrás de Urano?... pues Neptuno y Plutón (recordad que en su momento Plutón fue un planeta ;-))

Y de esta manera, desde la majestuosidad de los planetas del sistema solar hacia el mundo de lo más pequeño, los nuevos elementos químicos recibieron el nombre de neptunio y plutonio.


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NOTA: Esta entrada participa en la V edición del Carnaval de Química (Scientia) y en la XX edición del Carnaval de Física (Resistencia numantina)
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Referencias:
Mitología. Todos los mitos y leyendas del mundo. Ed. Círculo de lectores. ISBN:84-672-1262-4.
http://danielmarin.blogspot.com/2005/03/le-verrier-el-descubridor-de-neptuno.html

sábado, 11 de junio de 2011

En la Pizarra de Yuri: Entrevista a Kostya Novoselov (Nobel de Física 2010)

Fuente | La Pizarra de Yuri
Sensacional y exclusiva entrevista del inefable amigo Yuri, de La Pizarra de Yuri, a Kostya Novoselov, premio Nobel de Física en 2010. 

La puedes -y debes- leer aquí.

Un humilde servidor, ha aportado un pequeño granito de arena a la misma. En concreto, la pregunta referente a los riesgos para la salud de la exposición a nanopartículas. Si quieres saber qué respondió Novoselov, tendrás que leer la entrevista.

Gracias Yuri ;-)

miércoles, 8 de junio de 2011

Con música de Strauss...


No sé si seré el único, pero cuando ayer vi esta imagen de la ISS tomada por el astronauta Paolo Nespoli desde la nave Soyuz TMA-20... Johann Strauss sonó placidamente en mi cabeza...

Puedes ver este vídeo si quieres comprender mejor a qué me estoy refiriendo, aunque creo que no hace falta dar más explicaciones... :)

martes, 7 de junio de 2011

'Yuritrastorno'.Test de autodiagnóstico


Definición clínica de 'Yuritrastorno': síndrome cognitivo-conductual caracterizado por una dedicación obsesiva centrada en todo aquello que esté relacionado con la exploración del espacio y su historia. El 'yuritrastornado' puede reconocerse por una serie de patrones de su comportamiento observables: ocupa sus momentos libres y de ocio a la lectura de libros de cosmonáutica, solo consume documentales temáticos y podcast del espacio, únicamente lee y participa en blogs y webs que hablan de exploración espacial... Y en los cuadros de padecimiento severo, utiliza las redes sociales de internet para difundir de forma compulsiva sus conocimientos.


El término yuritrastorno proviene de la unión de las palabras yuri (en alusión a Yuri Gagarin, primer ser humano en viajar al espacio) y trastorno, del prefijo latino trans (al otro lado) y del verbo tornare (girar, tornear o labrar con un trépano).


El yuritrastorno, entendido como el conjunto de síntomas descritos anteriormente, existe desde hace bastantes años, aunque su incidencia ha aumentado preocupantemente  durante este 2011, donde  muchos de los afectados por el síndrome se reunieron espontáneamente en torno a una plataforma de terapia grupal, que ellos mismos denominan como La Yuriesfera.

¿Crees que padeces este síndrome? ¿En casa te insinúan que dejes ya de dar la lata con las "navecitas espaciales"? Puedes comprobar tu grado de alteración con este sencillo test. 
¿Quieres saber la verdad? Poyéjali!




Puedes dejar tu diagnóstico en los comentarios :-D

sábado, 4 de junio de 2011

Paracelso [Extracto del libro 'El ascenso del hombre']

 
Hay un instante en el ascenso del hombre en que éste abandona el país de las tinieblas del conocimiento secreto y anónimo para adentrarse en un nuevo sistema del descubrimiento abierto y personal. El hombre que he elegido como símbolo de éste fue bautizado como Aureolus Philippus Theophrastus Bombastus von Hohenheim. Felizmente, decidió adoptar el nombre bastante más compacto de Paracelso, para hacer público su desprecio de Celso y otros autores que habían fallecido hacía más de mil años, pero cuyos textos médicos eran vigentes todavía durante la Edad Media. En el año 1500, los trabajos de los autores clásicos se seguían considerando como portadores de la inspirada sabiduría de una época áurea tanto de la medicina y de la ciencia como de las artes.

Paracelso nació cerca de Zurich en 1493 y murió en Salzburgo en 1541 a la temprana edad de cuarenta y ocho años, se convirtió en un perpetuo desafío de todo lo académico: por ejemplo, fue el primero en identificar una enfermedad producida por el trabajo. De la prolongada batalla librada por el impertérrito Paracelso a lo largo de su vida contra la más vieja tradición de su tiempo – la práctica de la medicina –, conocemos episodios tanto grotescos como encantadores.

Su cabeza era fuente inagotable de teorías, muchas de ellas contradictorias, la mayoría absurdas. Era un personaje rabelesiano, picaresco, salvaje; se embriagaba con los estudiantes, corría tras las mujeres, viajaba por todo el Viejo Mundo y, hasta hace poco, figuraba en las historias de la ciencia como un charlatán. Mas no lo era. Era un hombre de genio inestable pero profundo.

El hecho es que Paracelso era un personaje. Descubrimos en él, quizás por primera vez, cómo un descubrimiento científico fluye de la personalidad y cobra vida conforme observamos que es creado por una persona. Paracelso era un hombre práctico que entendía que el tratamiento de un paciente dependía del diagnóstico (él era un diagnosticador brillante) y que el tratamiento debería ser aplicado directamente por el médico. Rompió con la tradición de que el médico era un académico erudito que leía de un libro muy antiguo, mientras que el infeliz paciente estaba en manos de algún ayudante que se limitaba a hacer lo que el médico ordenaba. «No debe haber ningún cirujano que no sea también médico», escribió Paracelso. «Donde el médico no sea también cirujano, no será más que un ídolo que no es sino monigote».

Tales aforismos no hicieron gozar a Paracelso de la simpatía de sus rivales, pero con el los atrajo la atención de otras entes independientes de la era de la Reforma. Por esto fue llevado a Basilea, por el único año de triunfo de su desastrosa carrera internacional. En Basilea, en el año 1527, Johann Frobenius, famoso impresor protestante y humanista, padecía de una grave infección de una pierna – que estaba a punto de serle amputada –, y en su desesperación recurrió a sus amigos del nuevo movimiento, quienes le enviaron a Paracelso. Este expulsó a los académicos de la habitación, salvó la pierna y efectuó una curación que tuvo eco por toda Europa. Erasmo le escribió lo siguiente: «Has salvado a Frobenius, que es la mitad de mi vida, del mundo de las sombras».

No es casual que las nuevas ideas iconoclastas en medicina y en el tratamiento químico aparezcan conjuntamente, en época y lugar, con la reforma iniciada por Lutero en 1517. Un centro de aquel período histórico era Basilea. El humanismo había florecido allí aun antes de la Reforma. Existía una universidad con tradición democrática, de modo que, pese a que sus médicos miraban con recelo a Paracelso, el consejo de la ciudad pudo insistir en que se le admitiese como catedrático. La familia Frobenius imprimía libros, entre ellos algunas obras de Erasmo, que difundían la nueva visión general de todas las ramas del conocimiento.


Se estaba generando un gran cambio en Europa, más grande quizá que el enorme revuelo religioso y político echado a andar por Martín Lutero. Se aproximaba 1543, año simbólico del destino. Durante ese año se publicaron tres libros que habrían de cambiar la mentalidad europea: las ilustraciones anatómicas de Andrés Vesalio; la primera traducción de la matemática y física griegas de Arquímedes; y el libro de Nicolás Copérnico, La revolución de los orbes celestes, que ubicaba al sol en el centro de los cielos, creando lo que hoy se conoce como la Revolución Científica.

Toda esa batalla entre el pasado y el futuro fue resumida proféticamente en 1527, en un acto realizado delante de la catedral, en Basilea. En público, Paracelso arrojó a la hoguera tradicional de los estudiantes un antiguo texto médico escrito por Avicena, un discípulo árabe de Aristóteles.


Hay algo simbólico en esa hoguera veraniega, e intentaré evocarlo en el presente. El fuego es el elemento alquímico mediante el cual puede el hombre profundizar en la estructura de la materia. Luego entonces, ¿es el fuego una forma de materia?. Si usted cree eso tendrá que atribuir al fuego toda clase de propiedades insólitas, tales como que es más ligero que la nada.

Dos siglos después de Paracelso, hacia 1730, los químicos aseveran esto por medio de la teoría del flogisto, como encarnación final del fuego material. Mas No existe una sustancia tal como como tampoco lo es la vida. El fuego es un proceso de transformación y de cambio, mediante el cual los elementos se vuelven a unir en nuevas combinaciones. La naturaleza de los procesos químicos no fue comprendida sino cuando el fuego mismo fue comprendido como un proceso.

La acción de Paracelso clamaba: «La ciencia no puede mirar hacia el pasado. Jamás existió una época áurea». Y habrían de transcurrir otros doscientos cincuenta años para descubrir un nuevo elemento, el oxígeno, que explicaba finalmente la naturaleza del fuego y liberaba a la química de las ataduras de la Edad Media.


                                                                  -- Jacob Bronowski, El ascenso del hombre --

NOTA: Esta entrada participa en la V Edición del Carnaval de la Química, que en esta ocasión se celebra en el blog Scientia.

miércoles, 1 de junio de 2011

¿Cómo reconocer la verdad cuando se nos presenta?

Una pregunta simple: ¿cómo reconocemos la verdad? Por supuesto es difícil. Pero hay unas cuantas reglas sencillas. La verdad tiene que tener coherencia lógica. No debe contradecirse; es decir, hay algunos criterios lógicos. Tiene que estar en concordancia con lo que ya sabemos. Ése es un aspecto más que hace que los milagros sean cuestionables. Sabemos muchas cosas del universo: una diminuta parte, sin duda, una parte lamentablemente diminuta, pero en todo caso sabemos algunas cosas con bastante fiabilidad. Así, cuando buscamos la verdad, deberíamos estar  seguros de que no está en desacuerdo con todo lo demás que sabemos. También deberíamos prestar atención a las ganas que tenemos de dar crédito a una opinión determinada. Cuanto más deseemos creerla, más escépticos tenemos que ser. Eso implica cierta autodisciplina valerosa. Nadie dice que sea fácil. Creo que esos tres principios al menos aventarán una gran cantidad de paja. No hay garantía de que lo que quede sea verdad, pero al menos reducirá significativamente el campo del discurso.

Carl Sagan (1934-1996)
La diversidad de la ciencia